lunes, 7 de abril de 2014

Un ERP para toda la vida: Contra la obsolescencia programada

un ERP para toda la vida: Contra la obsolescencia programada

Seguro que muchos de vosotros habéis visto circular por las redes esa famosa foto de una pareja de ancianos que revela que el secreto de estar 60 años juntos es que les habían enseñado que cuando algo se rompe, se arregla y no se tira. En 1908 se encendió una bombilla en California y a día de hoy ahí sigue cumpliendo su función 106 años después. Si tuviera que levantar la mano quien tenga una lavadora o un frigorífico funcionando sin que haya sido  sometido a la visita del servicio técnico entre los fabricados hace diez años, serían muy  pocos por no decir ninguno. Cuando el SAT de turno acaba su trabajo y después de la factura de 150 euros, te intentan explicar lo de ‘esa pieza es que suele romperse cuando pasan 7 años...’
Sensei Ti: pareja de ancianos tres 60 años de casadosNo hace mucho surgió en España un movimiento llamado SOP ,http://www.movimientosop.org  que intenta hacernos partícipes de las presiones a las que estamos sometidos por culpa de haber diseñado un sistema basado en el puro consumismo, en el tirar y reponer y que reclama a los fabricantes que vuelvan a fabricar bombillas como las que se hacían en 1908, que no se fundían, por si fueran capaces de hacerlo 107 años después, que lo mismo las tecnologías no han degradado lo suficiente como para que fuera imposible no repetir lo que se hacía hace un siglo y  con los mismos atributos.  No quiero añadir el discurso demagógico y no por ello menos cierto, del asunto del planeta, del aire,  del no caber en las ciudades y esas cosas que no nos preocupan demasiado porque nuestra forma de funcionar se ha vuelto tan cortoplacista que mañana es una palabra que tiende al infinito si consiguiéramos conjugarla,   sobre todo para nuestros jóvenes, que si los encuentras mañaneando es solo porque ayer se les hizo algo tarde no estando seguros que el día siguiente fuera o no a aparecer en su horizonte. Si no hemos sido capaces de darles futuro, no podemos quejarnos de que mañana sea una quimera de casi imposible conjugación en el verbo de un inevitable tránsito presidido por orejeras y vendas mal amarradas. Cuando uno tiene la responsabilidad de fabricar software, también se plantea seriamente estos extremos y teniendo en cuenta que no podemos hacernos independientes a los sistemas operativos, sí que tenemos la obligación de plantear sistemas que no hagan necesario tirar un software cada siete años. En Sensei hay una frase repetida que preside nuestras acciones comerciales en el cara a cara con el cliente: ‘queremos que sólo tengas que comprar un ERP en toda tu vida’ y lo decimos completamente en serio. Las versiones que aparecieron en 1987, claro que no estarían adaptadas a funcionar en el 2014, entre otras cosas porque el sistema operativo no lo permitiría, y si lo permitiera diría algo malo de nosotros y demostraría que no habríamos estado a la altura de aplicar las mejoras que tecnológicamente ofrecen los sistemas de hoy. Entonces ¿cómo hacer para que un software no entre en obsolescencia, ni programada ni no programada? pues garantizando al cliente que permanentemente adaptaremos el sistema, lo mejoraremos, lo reescribiremos para que en cada momento esté disponible en los lenguajes y medios técnicos requeridos para ser útil en el momento actual.
artículo sobre la obsolescencia programada en blog Sensei TISi a los fabricantes de electrodomésticos se les atribuye por algunas organizaciones el estar incluyendo despiece programado para romperse en unos años, porque es el único modo de seguir vendiendo frigoríficos, en el software este hecho parece inherente al producto, que inevitablemente se verá siendo viejo en unos años, pero en Sensei hemos encontrado el modo, de aun estando en la naturaleza de este elemento el hecho de nacer destinado a ser obsoleto en un plazo breve, poder remediarlo. Dentro de la cuota de mantenimiento que el cliente paga anualmente para hacer uso del soporte técnico, hay una parte que destinamos a que la obsolescencia no forme parte del horizonte de nuestros productos. Entregamos versiones nuevas adaptadas a los nuevos medios del producto software contratado a quien tiene en vigor los servicios de mantenimiento. Por eso podemos afirmar que nuestros clientes probablemente comprarán un solo ERP en toda su vida. Pero lo peor de este asunto no es que la obsolescencia llegue a la informática por las importantes mejoras que suponen los nuevos ordenadores o microprocesadores con los que el mercado nos inunda cada año, sino que también forma parte de esa cadena que nos obliga al consumo impuesta por los medios hardware o sistemas operativos.

fotografía del ERP Swin de Sensei TiY todo esto viene, porque ayer un viejo amigo me chateaba desde su Cuba natal y me decía que todavía tenía funcionando una motherboard que le entregué hace unos 15 años… que ese micro AMD Duron que incorpora funciona como un cañón, que lo mantiene unido con pasta de dientes a la placa y que va renovando la de dientes cada seis meses porque allí no se puede encontrar pasta térmica, lo peor es que espera que le dure otros diez años más no se si por cariño a una máquina que te ha acompañado cada día durante 15 o 20 años o porque el horizonte para alcanzar una nueva, es aún más tenebroso que el de nuestros jóvenes. En todo caso, cumple su función hoy igual que hace 15 años, cuando fue fabricada habiendo añadido sólo un poco de pasta de dientes pero mucho cuidado y más cariño.

lunes, 31 de marzo de 2014

Tierra a la vista

No está claro en qué momento tomé la decisión. Supongo que es de esas que tienes tomada de toda la vida, de todas las vidas, o tal vez esas que son ellas las que te toman a ti y te das cuenta en el momento en el que crees que eres tú el que manda en tus cosas. Otro atrevimiento de los muchos que tiene la especie humana. Con uno de mis buenos amigos discutía casi siempre la misma cosa: si hubiéramos nacido en el siglo XV seriamos navegantes o descubridores, como nacimos en el XX no queda otra que ser empresario. Tampoco se bien cómo empezó la cosa de la informática que nos ha llevado hoy a Sensei; en 1981 había pocos bytes sueltos, lo que sí había eran mucho trabajo en el campo y muchos frutos que recoger. Las primeras pesetas que conseguí ganar sumando cajas de albaricoques recolectadas las malgasté -decía mi madre- en dos cosas: una cámara de fotos Nera 300 y un Commodore Vic-20.
La primera "máquina" de Sensei TiLa cámara tenía uno de aquellos fotómetros de aguja que te indicaban un valor y tú tenías que conseguirlo ajustando la exposición y la velocidad si querías que saliera bien de luz. El Vic-20 era más espectacular, venía con 5KB de RAM pero como necesitaba 1,5KB para el sistema sólo dejaba 3,5KB para el usuario, (3583 bytes exactamente)  con eso y una cassette para grabar y cargar datos intentábamos programar un código que permitiera mantener el saldo de una cuenta grabando entradas y salidas, una salvajada que funcionaba. Se tardaba tres veces más que hacerlo a mano, pero no había que sumar y restar, lo hacía cuasi milagrosamente una máquina. Ahora, un móvil malo es 5 o 6 millones de veces mayor en capacidad que aquella máquina milagrosa, pero no sé si hacemos 5 o 6 millones de veces más cosas con él. La escasez siempre fue buena para la inventiva y lo aburrido de la abundancia es inversamente proporcional a la genialidad, al menos, eso creo.
Entre 1983 y 1987 empezamos a sustituir sistemas de contabilidad manual de fichas por los primeros PET de Commodore con unas aplicaciones donde todo era verde en pantallas monocromáticas y registros que se guardaban en discos flexibles o duros de 5 o 10 MB y no fue hasta 1990 cuando una interface gráfica de usuario (GUI) de Microsoft asombró al mundo con la primera versión de Windows 3.0 y todos cambiamos la forma de relacionarnos con las máquinas. Desde ahí hasta hoy, un pis pas de tiempos transitados, de avances tecnológicos, de corre que te pillo y  más de lo mismo o de lo mismo pero más veces.

Presentación  en 1994 de lo que ahora se llaman ERP y CRMSiempre creo que lo que recorrimos en los 80 y primeros de los 90 no lo recorreremos por viejos que nos marchemos de aquí y cuando pienso en el precio, me quedo anclado en el esfuerzo. Cuánto esfuerzo para conseguir cada cosa, nadie a quien acudir, nadie a quien preguntar, ningún Google en ningún internet, -porque hubo un tiempo en que no existía internet- todo basado en la prueba error de las cosas, de las causas, de los efectos, y me reconforta siempre la experiencia delsolitario solidario que tan bien describe Antonio Gala y ahora  recorro la misma universidad a la que nunca pude llegar, la que nunca fui capaz de entender cuando me lo explicaban y que cuando lo intenté a los cuarenta cumplidos, no conseguí ni el mínimo cinco raspado para la asignatura de contabilidad, la misma que hoy se imparte para los master de postgrado con los ERP y CRM creados por nosotros, mientras envueltos entre papel pijama con el que nos tapábamos noches y madrugadas en el viejo sofá de nuestra primera oficina, se recorrían bytes y líneas de código punteando una a una hasta cuadrar la caja de la pizza que siempre nos parecía descuadrada.
Daría lo que he aprendido por poder contribuir un poco a que a otros no tengan que padecer tanto esfuerzo, tantas veces inútil, para llegar tarde a donde nunca pasa casi nada. Lo que pasa por nosotros, lo que nos recorre, es lo único que verdaderamente hemos recorrido. Hace unos meses se cumplieron treinta años de la apertura de la primera persiana, hacían falta cuatro manos para levantarla, las de hoy son automáticas, casi te acercas y están abriéndose solas, como si mandaran ellas,  sin embargo una vez que traspasas la puerta es la misma incertidumbre la que te inunda, la que preside el ritual y provoca el mismo hormigueo en tus piernas cargado de dudas en tus entrañas, como cuando el navegante percibe a lo lejos sobre el horizonte torretas de nubes y aun a riesgo de equivocarse grita seguro ¡tierra a la vista!, porque sabe que lo que veremos es el resultado de lo que deseamos ver y en el empeño de conseguirlo se afianzan los días, los meses y los años, como si el tiempo fuera la excusa.
La oficina y el Call Center de Sensei Ti en pleno funcionamiento en 1992


miércoles, 29 de enero de 2014

Cada oveja con su pareja

Si eres de los que te gusta opinar sobre la ropa que está a punto de comprarse tu pareja o si a la contra, te gusta que tu pareja opine acerca de la caída de manga o pantalón que te acabas de calzar,  no tendrás más remedio que entrar con él o con ella al probador y hacer lo conveniente. Sin embargo si lo intentas hacer en la recién estrenada tienda de Primark en Cartagena tendrás algunos problemas porque la discriminación por razón de sexo se hará patente de inmediato: si eres chico y tu pareja es un chico podrás entrar al probador con él. Si eres chica y tu pareja es una chica, también podrás entrar al probador con ella, pero si  eres una pareja hetero quedarás excluido o excluida por razón de sexo, de la entrada al lugar. El otro día me quedé con los pantalones caídos cuando la única alternativa que me dieron para que mi pareja hetero entrara a revisar lo que hubiera sido mi próxima compra, fue que saliera yo con este cuerpo serrano y en plena tienda me marcara unos lances de pasarela casi indecente, por lo irrespetuoso que para el respetable me parece. Yo fui educado en  la generación de los niños con los niños y las niñas con las niñas, estudiábamos separados en institutos masculinos y femeninos y nos vestíamos del rosa o azul conveniente para ir convenientemente diferenciados y aun con esa mala educación que uno tiene, no se me había ocurrido rentabilizar el morbo de estos cortos de miras en busca de cinta de sujetador o de slip reajustado robado entre cortina y anilla mal encastrada. Lo mismo estoy confundido y estos irlandeses de mestizaje ingles lo hacen para dar plus a las parejas del mismo sexo, pero claro, a precio y desigualdad de las de sexo cruzado. Por si sí o por si no y como no lo entiendo bien, no volveré a esa tienda, que para atrás, ni para tomar impulso.

jueves, 23 de enero de 2014

Entre el dos y el tres

Debe haber pasado algún tiempo, no se si una semana o un año. Son esas vacaciones que uno a veces se toma de sí mismo en la zona negociable de la renuncia, que no es tanta como parece, porque al final los rincones de un lado siguen estando siempre custodiados por las esquinas del otro y permiten lo que permiten.

La necesidad de escribir es algo que debería poder contenerse, como las pasiones, como el alcohol o la droga, porque aun no haciendo mal a nadie, tampoco a nadie le gusta sentirse pillado aunque sea por el reflejo de la pantalla en sus propias gafas y de sus gafas en la propia pantalla y así hasta casi la endogamia inútil, como las caras que aparecen multiplicadas en los ascensores del cortinglés provocando la prisa por bajarse en unos y por continuar el viaje para los que disfrutan reproduciéndose en los espejos y llenándolo todo de omnipresencia.  Los gordos y bajitos, lo preferimos rápido (el ascensor) y lento (el pensamiento) a la vez, pero no siempre se conjugan los dos verbos simultáneamente, o el viaje dura demasiado o el pensamiento es tan fugaz que no da tiempo a decidirse por ninguna estación. No me digáis que no os ha pasado lo de pulsar el tres y cambiar de opinión después del dos a punto de frenazo y mientras el abrecierra ejecuta parsimonioso su programa, mirar el móvil con aire interesante -como concentrados en el no saber qué coño hago entre el dos y el tres ahora que acaba de subir la de las mechas cobrizas y hay compaña- que la soledad es muy mala.  La cosa pasa por lo de siempre, ponemos impulso irremediable al pulsar el número pero la dirección no está clara del todo sobre todo cuando no sabemos bien dónde nos encontramos y subir o bajar se convierte en cuestión de lo que toque,  o de lo que pulse la de las mechas, pero tranquilo que lo seguro es que no pasarás del menos tres ni subirás más del siete hagas lo que hagas y elijas lo que elijas. Claro, que si lo del ascensor es jodido, prueba las escaleras, son insoportables.